Besos por pisadas


Allá, en cualquier lugar, hay alguien buscando a una persona tan especial como tú, pero te niegas a aceptarlo. Eres tan desconfiado que no crees nada de lo que la gente te dice. Posiblemente tengas tus razones, pero eso te impide avanzar. Has tropezado en algunas ocasiones y eso te ha llevado hasta este punto, uno en el que te sientes sin ganas. Intentas sonreír de una forma u otra, y de hecho lo consigues, pero eso no te llena. Extrañas a tu familia y eso te destroza; ellos son lo mejor en este manchado mundo.

—“Hola, mamá. Te extraño y lo sabes. Lamento si en algún momento fui un mal hijo, no pretendí serlo. Siempre quise ser alguien que te hiciese sentir orgullosa. No sería nadie sin ti. Gracias por todo. Hallaré la manera de devolverte todo lo que me has dado”.

Tus noches son grises y las mañanas son amargas. El olor del café te recuerda que tu hogar está lejos. Te levantas cada día y es casi por obligación. Qué asco todo, ¿no? Los golpes dolerían mucho menos. Tus hermanos crecen y no lo hacen junto a ti. Llegas a casa luego de trabajar y tu alrededor se apaga; todo se derrumba. Un silencio te absorbe y lo aceptas, lo acoges. ¡Qué mal están las cosas! Pero eres frío y eso te hace estar solo.


—"No puedes quejarte. Otros están peor que tú".

—Pero estoy sufriendo. ¿No puedes notar lo mal que estoy?
—"Acéptalo, esto lo elegiste por tu cuenta. Decidiste estar lejos de ellos y todo por perseguir eso que tanto quieres".
—Haré que valga la pena. No será en vano.

Pero no eres feliz. Tu cara deja ver lo mal que la estás pasando. En ocasiones piensas si todo esto tiene algún sentido. Quieres huir, pero no tienes agallas. Todo puede cambiar, pero no intentas ser el cambio. Nadie está para ti, pues todos tienen sus problemas. Has sido fuerte, has llegado hasta aquí, aunque nadie te conoce. Tu mente está en ruinas. Queda levantarse y aceptar que volverás a besar el suelo.

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