Malos tiempos

Respiras, pero en realidad no estás viviendo. Vas y vienes. No aceptas lo mal que están las cosas. Pones música y te aburre, te ahoga. Sales con algunas personas, la pasas bien, pero luego regresas a casa y sientes cómo la soledad te consume. Ninguna persona es idéntica a la anterior, y la verdad es que no se puede hacer fuego con cenizas. Las frases son prioridad para sentir que eres alguien. No muchas personas saben cómo plantar una bandera (y no blanca) sobre el orgullo.

Que nadie me diga que estoy mal  —eso lo sé de sobra— en cada cosa que hago, pues soy dueño de mis actos. No sé cómo vivir, y la verdad es que no es tan importante: sólo se vive una vez. Y no digo que la vida se basa en cometer errores, pero vivir es aprender de cada tropiezo. Después de todo somos humanos, ¿no? Un ser imperfecto, curioso, terco, malicioso, desinteresado, orgulloso e insano; eso es lo que somos.

Pero aunque las cosas se vean desde su peor punto de vista, somos una especie que busca el amor en cualquier lugar, aunque en el camino existan muchas piedras. Tenemos vicios para escapar de la rutina, la cual es tóxica. Viajamos para alejarnos de la ciudad, la cual nos mantiene atados a ella. La ambición es una enfermedad que las personas niegan padecer. El tiempo hace que envejezcas, pero también te convierte en un idiota si no haces lo que te gusta. Al igual que alguien que quiere ser como el que está a su lado: idiota. La sociedad es patética, y los medios son basura. Hay que aplaudir a quien logra hacer diferencia en estos tiempos.

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