Sé quedarme

Sólo valgo cuando estoy hundido. O cuando hago reír a las personas. Pero, ¿quién me hace reír a mí? Todos aportan un granito de apoyo, pero no lo veo. He de estar muy ciego. O quizá no quiero ver las cosas que a simple vista se detallan. Últimamente no me soporto. Estoy que doy asco. Mi mente es un laberinto lleno de dudas. Sé querer, sé dar amor —que aunque no sé qué sea, lo entrego—, sé quedarme. Pero a veces quedarse es abandonarte a ti mismo.

Me vuelvo cada día un poco más amargado. O amargo; a veces gris. De bailar nada, nunca aprendí a hacerlo: tampoco es que me interesó aprender. Pero sí quiero que ella baile para mí, que me enamore con cada paso, que me atraiga con su encanto. Creo que estoy un poco tonto, ha de ser por el calor. Quiero estar a la altura de su ombligo y mirar su cara confundida. Quiero besar sus labios rotos.

Las personas sabemos qué queremos, pero no a quién. Cada cosa por su valor, sentimental quizás, pero después de todo sólo vale lo que es capaz de mantenerse de pie. Seguir la corriente puede hacer que te arrastres más de lo que pudiste haber deseado.

Si no tienes agallas, no quieras nadar lejos de la orilla.
Si tus alas están rotas, no esperes que alguien ajeno a ti las repare.
El tiempo no es amigo, y se te escapará si no puedes complacerlo.

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