El valor de una persona
La gente no me aporta nada más que inseguridad y desgana. Supongo que cada quien actúa según su condición. Hay que ser indiferente en estos tiempos. Si no peleas te quedas afuera. Lo malo siempre llega demasiado rápido, y lo bueno se tarda más de lo que muchas personas quisiéramos.
En realidad no somos nada. Hablo de que en el fondo no tenemos identidad propia. Somos lo que queremos ser, pero siempre hay alguien que nos mira y nos hace dudar un poco de nuestros actos. Somos un jazz eterno, clásico y orgulloso, pero está el que quiere modificarnos. Nos quedamos sin voz por no hablar con nosotros mismos. No somos nadie, sólo deseamos serlo.
Y ante todo esto, desgraciadamente, no podemos hacer nada. Es algo que ha sucedido desde siempre. Si no hay un líder al cual seguir, somos como peces fuera del agua. Dudamos. Nos ponemos a elegir entre seguir o esperar a ver si algo sucede.
Nuestro problema es que queremos ser mejores cada día, y sí, es muy necesario mejorar, pero nos olvidamos de lo que somos. Generalizo porque me siento parte de todo esto. Cada uno es dueño de lo que hace, pero no todos son capaces de asumir responsabilidades. Siento pena por las personas a las que les gustan las cosas fáciles. Ésas son las que no se esfuerzan por conseguir lo que quieren.
Ahora, cambiar lo puede hacer cualquiera. Pero a nadie le gusta dejar sus hábitos y costumbres. Básicamente, una persona es lo que es hasta su último día con vida. Y qué triste. Existen pocas personas de buen corazón, que te ayudarían a progresar, que incluso te darían la mano para levantarte del suelo si te has tropezado. Sí, existen pocas, y ésas son las que valen.
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