Pez ciego
Soy el efecto secundario del choque de
asteroides, del vaivén de las olas del mar, del encantador olor del café recién
preparado. Erri De Luca dijo en uno de sus libros que Los peces no cierran los
ojos, y viéndolo desde un punto de vista más personal, soy un pez ciego: frío,
buen compañero, fiel a lo que me propongo, un ser un poco torpe cuando de
cocinar se trata, inoportuno; en otras palabras, alguien apasionado.
Pero, ¿qué puedo saber yo de la vida con
apenas veinte años? Quizá mucho en comparación con otras personas sin metas ni
propósitos. Por las noches me tengo a mí mismo, y hasta ahora he podido superar
cada problema que se me ha presentado.
Hay que tener fuerza de voluntad y ganas
de salir del pozo en el que te has caído. Al principio no fue fácil. No
entendía cómo podía sentirme tan triste estando con tantas personas, y así iban
pasando los días, poco a poco quebrándome, al borde de no poder continuar. Pero
nada es más fuerte que uno mismo. Lo siguiente fue una terapia personal
frecuente y necesaria.
A veces simplemente comenzaba por levantar
la cabeza y cruzar miradas con la gente (perder el miedo), partiendo por
pequeños detalles, pero valiosos al final del día. Fui abriéndome más a las
personas y dándome oportunidades que antes me hubiesen hecho sonreír.
Y aquí estoy hoy: valiente, más listo,
relativo y orgulloso de lo que hasta ahora he logrado.
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