Páginas relativas

Tengo puntos débiles que espero nunca sean descubiertos por algún ser vivo. Tengo miedos que alejarían a cualquiera que se atreviera a escucharme hablar sobre ellos. Mi manera de ver las cosas no es nada normal, de hecho soy muy extraño. Sé cómo dejar huella en las personas, sé cómo hacer que me echen de menos, sé meter la pata muchas veces al día. Al menos dos veces por semana siento que no puedo seguir, que no estoy hecho para aguantar las rarezas de la vida.

La soledad, esa compañera que nunca abandona, que no te deja de lado, me ha enseñado que no hacen falta muchas personas para poder estar bien, pero que los abrazos son muy necesarios cuando son malos tiempos. Mi desorden mental se alinea con mis dudas y todo estalla: de allí nace mi amargura. Pero sé querer, eso lo digo muy en serio, sé demostrar cariño.

Me gustan las personas que son un desastre dentro de sí mismas, ésas que cada día libran luchas internas y de las que salen victoriosos. O quizás es que tengo un serio problema por pensar de manera extravagante. Dicen que lo único seguro es que vamos a morir y, a decir verdad, es cierto, pero la muerte es muy relativa. Y la relatividad es muy injusta. Hoy quiero pasar páginas: hasta cortarme, hasta que duela, hasta que olvide que de chico fui un perdedor. No estoy diciendo que ahora he ganado algo, pero al menos aún sigo vivo. Algunos lo ignoran, pero el hecho de seguir respirando no quiere decir que se es victorioso.

No miro al cielo cuando me siento triste. Si estoy mal me aparto y no hago daño a nadie. Estoy un poco harto de todo, pero me lo guardo y todo sigue su rumbo. ¿Tan difícil es para las personas sufrir internamente sin manchar a los demás o hacerlos sentir culpables? A veces se está mal por uno mismo: porque no tenemos valor para apartar a quien sobra, porque somos conformistas, porque el tiempo pasa y no hacemos nada por cambiar las cosas.

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