Ella es arte

Ella no sabe nada de la vida, nada, pero es demasiado tosca y cree que la misma debe ser como lo exige. Y así va día a día: tan bonita y complicada, a veces desinteresada y orgullosa, otras veces culta y molesta. Algunos días se despierta de mal humor, odiando a todo el mundo, hasta a los gatos, y hay que ser paciente. Con ella todo merece la pena, incluso los malos ratos. Sí, quizás estoy loco, pero ya no sé cómo no estarlo.

Le escribiría todas las veces que sean necesarias para salvar su vida, pues es demasiado frágil y se quiebra con la cosa más mínima. Está loca, desquiciada, pero me hace feliz. A su lado he conocido la libertad dentro de una pequeña celda, y aunque parezca irónico, sus ojos me hacen libre mientras vivo encerrado en su mundo. No sé bailar, nunca me interesó aprender a hacerlo, pero ella me baila y no quiero que se detenga: es mi salvavidas.

Nunca he creído en la suerte, pero sí en el destino —tampoco voy a ponerme filosófico—. Haberla conocido fue como encontrarle sentido a la vida. Aquél beso fue mágico, el mejor que dado a lo largo de mi corta vida. Yo que tanto he fallado, que tanto he dicho “no tan pronto”, me encuentro disfrutando del placer que me ofrece su bonita persona.

Ella es arte: sin hablar, despeinada cuando acaba de despertar, cuando está triste, cuando no se encuentra a sí misma, cuando sus miedos la ahogan, cuando se hace grande siendo tan pequeña. El tiempo pasa muy rápido cuando estoy a su lado y lo odio, detesto que todo vaya deprisa. Ella sabe cómo matar mis temores y hacerme encontrar la calma. Terminar un mal día entre sus brazos es volver a la vida. Puede que parezca exagerado, pero mi búsqueda ha terminado: es mi lugar.

Ella es lava en calma,

                        en paz.

Es un claro reflejo de Venus

                   con su amor y belleza.

En un bonito desastre natural

                                   en medio de una marea baja.

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