Darle besos a la vida cuando ya estás muerto

No te preocupes demasiado,
pues ya he muerto.

De hecho, aunque creas conocerme,
no sabes que morí el día en que decidí
darle besos a la vida:
por la espalda, con ternura,

con mucho cuidado.

Y he ahí el mayor error
que pude cometer
a lo largo de mi corta existencia.

A la vida no se le puede tratar con cariño
cuando lo que quiere es jugar contigo.
Ella tiene sus razones,
tú tienes las tuyas,
pero eres quien lleva las de perder(te).

Saltas, caes:
te haces una herida en tu rodilla izquierda,
te levantas, lloras un poco...

te caes de nuevo: te haces otra herida,
ésta un poco más grande en tu rodilla derecha;
lloras, sí,
pero no tanto como en la primera oportunidad...

te caes por tercera vez: te quedan dos enormes marcas
que nunca olvidarás,
pero no lloras,
sólo te duele más que en las anteriores caídas.

Entonces, somos fuertes por dentro,
somos como rocas,
pero es sólo porque ya hemos aprendido
que la vida nos va a empujar
de nuevo hacia el suelo
y tenemos que vencerla la próxima vez.

La vida es tuya por derecho,
pero resulta muy costoso
mantenerla siempre a flote
cuando hay muchas olas intentando

hundir tu barco.

Comentarios

Recomendados