La noche lleva su nombre

La noche es muy egoísta
y no deja de abrazarme:
sabe cómo tratarme,
sabe cómo atraparme.

Sus senos en mis manos
pesan menos
que recordar su lengua
intimando con la mía. 

Y lo juro.

Juro que jamás 
unos besos
me habían servido de salvavidas
en medio 
de tantos tsunamis
y mareas altas. 

(los besos también pueden hacerte volar)

Adoro el dolor
causado por sus dientes
mordiendo mis labios,
casi hasta el punto de llorar sangre
y que mi lengua
articule la palabra «quédate».

Su espalda no tiene lunares:
tiene puntos de partida
y caminos
que conducen
hacia detonantes de placer
por juntar nuestros planetas.

La noche es ella
bailando sola
al ritmo de un blues,

y yo alucino por su delicada piel.


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