No sentía nada de nada

Yo estaba triste
y aún así sonreía,
existía,
luchaba por seguir vivo
para que alguien me notase
y me diese un abrazo
o un beso
o una palmada
o una puñalada
o una pistola para matarme,
pero nadie me veía.

Yo estaba solo,
demasiado solo a decir verdad,
pero no odiaba,
no extrañaba,
no lloraba,
no sentía nada de nada.

El silencio era mi paz
y el ruido era mi guerra
en este campo de juego
en el que no gana
el más fuerte,
en vez de eso,
gana el más triste.

No sé nada del amor,
pues ni siquiera
puedo amarme a mí mismo
y eso no es un problema,
pero sí es
un cruel defecto.

Algunas personas tienen un par de ojos,
otras sólo tienen uno
y a veces ninguno,
pero aún así,
todos estamos ciegos.

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