Somos una especie muy extraña

No sabemos qué somos o qué podemos ser. No conocemos nuestro cuerpo, no conocemos los cuerpos de los demás. Decimos "soy tuyo", "eres mía", pero en realidad nadie es de nadie. Sólo somos un saco lleno de huesos, con un cerebro que a veces ni lo usamos. Nos etiquetamos por cualquier cosa. Somos parte de una sociedad en la que nadie disfruta de socializar, pues ese concepto está sobrevalorado. La vida está sobrevalorada, la suerte también lo está al igual que el tiempo. Nuestra especie es un vaivén de emociones: pasamos de estar tristes a estar contentos en menos de un minuto, y viceversa.
Vivimos para nada, porque al final de todo vamos a morir. Nuestra misión en este planeta no está clara, pues hacemos lo que se nos da la gana, aunque le hagamos daño a las demás personas. Creemos saberlo todo cuando en realidad todo es relativo y cambiante: todo es incierto. Nos matamos con guerras por cualquier tontería: como ir al mercado y discutir porque aquella naranja que se llevó esa señora era la más grande y era mía. Existen más naranjas, carajo; y así con todo en la vida.
Vamos a la escuela, nos "educan" y nos "enseñan" de todo un poco, pero en realidad no sabemos si eso que no están metiendo en el cerebro es cierto. La verdad es que ni siquiera los profesores saben de qué están hablando, pues todo en la vida se rige por un hilo: esos profesores, al igual que nosotros, también fueron inculcados con basura en un aula de clases. Y así vamos hasta que nos graduamos de una carrera universitaria.
Salimos a la calle e intentamos ser amables, aunque algún que otro imbécil se levante con el pie izquierdo —y no es que yo no me haya levantado también con ese pie— y nos quiera joder el día. Fingimos con todo, maldición, con todo. Somos la especie más mentirosa que existe. Queremos ganar en todo momento, aunque bueno, ¿a quién le gusta perder? Nos quejamos por todo, como yo en este momento. Criticamos al gobierno, pero no hacemos nada para mejorar el país. Lo dejamos todo a la suerte, cuando la misma no existe. Nos tratamos como hermanos cuando no somos más que partículas débiles, frágiles: somos fácilmente exterminables.
Damos amor a nuestros seres queridos, o eso pensamos cuando cuidamos de cada persona que nos importa. Vivimos para amar, pero nos matamos cuando nos dejan de querer. Entonces, ¿qué carajos estamos haciendo sobre la faz de la tierra? Trabajamos para comprar comida, cosas personales, para pagar el Internet, el cable, la luz, el agua, el gas, el transporte, la gasolina; pero ¿y la parte esencial de la vida que nos dicta bienestar dónde está?
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No me he levantado de mal humor ni nada parecido. Pero esto que escribí es algo que llevo en mente desde hace mucho tiempo, y sentí la necesidad de escribirlo. Me he quedado corto, pues son demasiadas cosas que tengo en la cabeza, pero se me haría muy extenso si escribiese todo lo que pienso.

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