La suerte no existe
Ciegos
estamos todos
y mudos
y sordos
y muy poco
cuerdos;
y el sistema
nos jode
y nos
quedamos a gusto
y no decimos
nada
y nos
quejamos con nuestros colegas
y vamos a trabajar
sin ganas
y miramos
raro
y hablamos
hacia adentro.
Y nos
hacemos viejos
mientras nos
conformamos
con lo que
nos tiran a la cara
o al suelo
—lo tomamos
con la boca—.
Estamos
atados de manos
y nos
amordazan
y nos
someten
y se ríen de
nosotros
y nos hacen
sentir miserables
y no vemos
salidas;
y no somos
nada
ni para el
planeta
ni para el
sistema
ni para
nuestros vecinos
ni para
nuestros viejos amigos
ni para
nadie.
Nos gusta
que nos quieran,
pero querer
nos cuesta mucho
o
simplemente
no queremos
hacerlo;
y
despertamos amargados
y no
lloramos
y pagamos
nuestras molestias
con quien no
lo merece...
y seguimos
siendo nadie
(sólo
apostamos todo lo que tenemos)
y lo dejamos
todo a la suerte.
Pero la
suerte no existe.
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