Mismo tren, distinto vagón


La noche lleva tu nombre
en cada estrella
que ilumina tus ojos
para que te fijes en mí.

Sé que a veces somos ciegos
y un poco torpes,
casi tanto como niños,
pero por alguna extraña razón
hemos llegado hasta aquí.

Nunca me gustaron las promesas,
más que todo
porque a veces no se cumplen,
y basta con que una de ellas
no se cumpla
para que yo comience
a dudar de toda la humanidad.

Ni yo soy tuyo
ni tú eres mía,
pero qué bonito
resulta imaginar
que sí lo somos,
¿no es así?

Sólo estoy seguro de una cosa:
estamos viajando
en el mismo tren,
pero por cosas del destino
no estamos
dentro del mismo vagón.

El mar ha pasado de estar calmado
a adorar los fuertes oleajes,
y ahora imagina
quién está en medio
de posibles tsunamis.

El tiempo ya nos dirá
qué haremos
con nuestras vidas,
y mientras tanto
puedo ofrecerte
mi pecho para que descanses.

Ante todo esto
sólo quiero decir
que te cuidaré
incluso más
que a mí mismo.
 

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