Amanece y no estás conmigo


Amanece
y no estás conmigo
a pesar
de que éste
es uno de los amaneceres
más hermosos
que he podido apreciar.

Amanece y comienzo el día
escuchando Shape Of My Heart de Sting
y juro,
que preferiría,
seguir durmiendo toda la mañana.

La casa se siente vacía,
casi como una cueva inhabitada
y sobre mi cama
yace una persona
que ha perdido las ganas
de sonreírle a la vida.

Aún no huele a café recién preparado,
pero las aves cantan
—eso me motiva un poco—
y escucho su risa,
su extraña risa.

Me levanto y voy al baño,
me miro en el espejo
y mi cara es lamentable.
Voy hacia la ducha,
giro la llave
y dejo que mis ideas
se ahoguen con agua fría.

Siempre he dicho
que cada persona
es dueña de sus actos,
y eso,
a día de hoy,
me está pasando factura.

Sus besos
tenían el poder
de alimentar mi alma
y de dibujar
una sonrisa en mi rostro.

El café me relaja un poco
y puedo pensar
con más claridad:
ella está mejor sin mí
y yo estoy mejor
sin ella.

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