Puede que sólo nos salve un «quizás»

A veces no lo admitimos, pero somos como las olas del mar: un vaivén de movimientos que pueden hacer que tengamos un mal día.


¿Qué quieres que te diga
si ya no tengo palabras?
¿Qué quieres que escriba
si lo digo todo con miradas?

¿Cómo puedo yo navegar
si mi bote se ha hundido?
¿Cómo puedo yo volar
si mis alas se han partido?

¿Por qué me haces a un lado
como lo hacen todos los demás?
¿Por qué me has abandonado
después de soltar un jamás?

¿Adónde irán nuestros recuerdos
después de haberse ahogado?
¿Quién sentirá que está cuerdo
nadando en un infierno congelado?

¿Cuál de los dos tiene razón
y quién está equivocado?
¿Quién habrá usado el corazón
y quién se lo habrá tragado?

¿Acaso el tiempo es el culpable
por no querernos esperar?
¿Acaso soy muy inestable
para siquiera comenzar a amar?

Sé que pensarás que estoy fingiendo
y que no siento nada de lo que digo.
Pero realmente no estoy mintiendo,
pues vivo sintiendo lo que escribo. 

Ya he pasado antes por esto,
aunque ahora duele un poco más.
No veas cuánto lo detesto,
pero sólo nos salva un quizás. 
 

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